

Obra de Adolfo Vásquez Rocca
http://www.artelista.com/obra/2610966797031043-liquidadores-de-chernobyl.html
Descripción de la obra
Autor: Adolfo Vásquez Rocca
Colección: La Condición Posthumana
Técnica: Oleo sobre Tela – Oil on canvas
Año: 2014

ликвида́торы
Adolfo Vásquez Rocca
Liquidador (en ruso: ликвида́торы) es el nombre que se dio a cada una de las aproximadamente 600.000 personas que se ocuparon de minimizar las consecuencias del desastre del 26 de abril de 1986 en Chernobyl.
Año 1986, Ucrania, Unión Soviética. Tras el accidente de la central nuclear de Chernobyl, un número de voluntarios, entre ellos bomberos, obreros y científicos, trabajaron para eliminar parte de los residuos tóxicos y reducir las consecuencias del desastre. Esos voluntarios fueron conocidos como “Liquidadores”.
Gran parte de los liquidadores recibieron la medalla de “Héroe de la Unión Soviética”. Desgraciadamente, muchos de los liquidadores sufrieron efectos secundarios y miles de ellos murieron.
Si una persona se somete a 400 roentgens en una hora, se considera una dosis letal y puede morir en cualquier momento. La radiación que había en Chernobyl era aproximadamente de 7.000 a 10.000 roentgens. En ciertas ocasiones la radiación llegó a los 30.000 – 40.000 roentgens, una cantidad 50.000.000 superior a la que un humano puede soportar, cosa que supone la muerte en unos pocos minutos.
Nunca se supo la cifra exacta de liquidadores muertos, pero según Georgy Lepnin, un médico bielorruso que trabajaba allí, “100.000 liquidadores han muerto.” Actualmente, se cree que hay un número de 60.000 muertos y 165.000 liquidadores discapacitados.
Hoy en día, poca gente recuerda quiénes fueron los liquidadores. Son héroes olvidados.
Adolfo Vásquez Rocca Sloterdijk Atmoterrorismo Temblores de Aire

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Adolfo Vásquez Rocca Sloterdijk Atmoterrorismo Temblores de Aire
Adolfo Vásquez Rocca Sloterdijk Atmoterrorismo Temblores de Aire
Adolfo Vásquez Rocca Sloterdijk Atmoterrorismo Temblores de Aire

Adolfo Vásquez Rocca D. Phil
Adolfo Vásquez Rocca
Universidad Andrés Bello UNAB
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LIBROS
Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008. 221 páginas | I.S.B.N.: 978-84-7822-523-1
Sloterdijk; Temblores de aire, atmoterrorismo y crepúsculo de la inmunidad
Dr. Adolfo Vásquez Rocca – PUCV –
Resumen Se indaga a partir del análisis de Temblores de aire de Peter Sloterdijk los orígenes y naturaleza del terrorismo moderno, dando cuenta de una cierta racionalidad del terror la cual se articula bajo la lógica del pánico como argumento central de la política. Se reflexiona en torno a la originalidad de nuestra época a partir de la práctica del terrorismo, considerando el concepto de diseño productivo en él implícito, particularmente la manipulación del medio ambiente como dispensador de un nuevo estilo de muerte: el modelo atmoterrorista.
Palabras Clave Terrorismo, atmósfera, medio ambiente, aire, respiración, seguridad, miedo, atmoterrorismo, armas, guerra, tecnología, política, Estado-nación.
1.- Temblores de aire; el frágil respiro de los muertos.
En su obra Temblores de aire1 Sloterdijk se interna en las fuentes del terror, corriendo la niebla, buscando luz en el crepúsculo de la inmunidad, Sloterdijk mueve provocadoramente su pensamiento. Este escrito se arma bajo la lógica del pánico como argumento central de la política. Escrito entre la voladura de los rascacielos de Nueva York y el secuestro por un comando checheno de los asistentes al teatro de Moscú. Asalto cuya conclusión -que todavía suscita discusiones en torno a si los gases empleados eran enervantes, anestésicos o una mezcla inodora e incolora de ambos- parece la confirmación empírica de la fantasía profética de Haslinger, citada por Sloterdijk, cuando imagina en Opernhall la ópera de Viena convertida por unos criminales en una gran cámara de gas.
Sloterdijk plantea en Temblores de aire2 algo acerca de este tipo de espanto cuando estudia detalladamente la originalidad de esta época, al considerar a la práctica del terrorismo, el concepto de diseño productivo y la reflexión en torno al medio ambiente como un tríptico organizador de un estilo de muerte: el modelo atmoterrorista y la guerra del gas. Es desde el medio ambiente, desde la necesidad elemental del respirar que proviene el cambio en los medios de agresión al semejante. Se arrebata la vida arrebatando los medios que permiten vivir, en una comedia económica de la asfixia.
Es así como Sloterdijk sindica el 22 de abril de 1915 como el comienzo, de una nueva era en nuestro presente: los alemanes derraman sobre las trincheras francesas ayudados por vientos favorables 5.700 botellas de gas mostaza. Fecha iniciática, según Peter Sloterdijk, o punto de inflexión en una genealogía de las armas de guerra que marcará la introducción del medio ambiente en la contienda entre facciones. El campo de batalla se ha ampliado hasta la atmósfera. Dos variables, desconocidas a nivel masivo -pero con algún precedente histórico- entran en juego en el gran arte de la guerra: la colaboración del individuo en su propia destrucción -a través de los procesos vitales que exigen la apropiación del medio ambiente- y una nueva dimensión, el tiempo, expresada a través de la latencia en la atmósfera de determinadas sustancias invisibles, y a través de la incubación en el cuerpo de esos mismos agentes. Tras formarse una espesa nube de seis kilómetros de ancho que el viento hacía avanzar; los soldados no podían dejar de respirar, y respirar era intoxicarse. Se inició el dominio del aire para sembrar terror.
El terrorismo asociado al paroxismo de las tecnologías de manipulación del medio ambiente amenaza con eliminar las condiciones de vida de toda la especie. Una ataque químico o bacteriológico como posibilidad de las nuevas formas del terrorismo, eliminarían de modo radical la capacidad de vivir, no apuntando ya sólo al cuerpo del enemigo según los métodos de la guerra convencional, sino estableciendo las condiciones de imposibilidad para la vida de ese cuerpo, que por respirar, actividad necesaria para la vida, aspira gas letal y se suicida. No hay pues refugio frente a esa guerra o a ese terrorismo de la misma forma que no hay abrigo en la guerra total asociada a la movilización total de Jünger.3 En ambos casos, el de la saturación del espacio y el de la movilización total, no hay ni tiempo ni lugar para reflexionar y desde el que ejercer la autonomía personal. Aplicando las categorías de la filosofía posmoderna puede señalarse que ya no hay distinción entre el interior y el exterior, no hay nada interno, latente, oculto ni por descubrir, todo está ahí fuera obscenamente alcanzable y visible, se trata como diría Baudrillard de la Transparencia del mal4.
Sloterdijk nos presenta el paradigma del humanismo y del terrorismo hermanados en la figura del Profesor en Química Fritz Haber (1868-1934) responsable del “Instituto Emperador Guillermo de Dahlem para la Investigación químico-física y electroquímica”. Premio Nobel en 1918 fue asimismo asociado a la organización de la guerra química en la primera guerra mundial, padre de la máscara de gas y promotor de la llamada “campaña contra la eliminación de parásitos” en el campo agrícola. Todos estos laureles no impidieron que en su momento tuviese que emigrar en 1933 debido a su ascendiente judío, después de que todavía en el verano había asesorado al mando militar del Reich en cuestiones de gas tóxico. Murió en Basilea en 1934, en viaje a Palestina. Algunos de sus familiares perdieron la vida en los campos de Auschwitz, gaseados. Desinfectar con gases tóxicos a Europa de los sujetos impuros y animales fue parte de la fase atmosférica del genocidio.
Hijo de la alianza entre ciencia y aparato militar, encarnado por Fritz Haber5, el temblor del aire condensa el ideal de desinfección con el racismo (el Ciclón A se inventa en 1920 para desinfectar estancias plagadas de insectos; el Ciclón B será utilizado para exterminar judíos). La técnica permitirá diferenciar el interior del exterior, y así se hará, en 1924, la primera cámara de gas “civil”, en Nevada, para ejecutar la condena a muerte; el interior puede ser un tren subterráneo, y así el gas sarín llevado en bolsas podrá ser liberado por los seguidores de una secta. La verdad suprema se baja del vagón y dejan el tóxico en las entrañas de Tokyo.
Bajo un aire cada vez más turbio y asfixiante, la ilusión de cerrar una atmósfera. La aireación, el air-design, la aromatización y el confort olfativo construyen constelaciones atmosféricas, pero apenas sólo la ilusión de amparo. Y es que, como lo señaló Canetti6, a nada se encuentra tan abierto el hombre como al aire. Somos respiradores, pero bajo una atmósfera profanada y con formas de vida desmoronadas. “El terror hace explícito qué es el medio ambiente bajo el sesgo de su vulnerabilidad; la iconoclasia hace explícito qué es la cultura al experimentarla desde su posibilidad de ser parodiada; la ciencia hace explícito qué es la naturaleza primaria bajo la perspectiva de su contingencia a tenor de los avances tecnológicos”. Sloterdijk hace notar ciertas perplejidades a las que nos enfrenta el atmoterrorismo, cuestiones como que la ineludible costumbre de respirar es la que se vuelve contra aquellos que respiran, por cuanto estos, a fuerza de seguir la práctica de ese elemental hábito, se convierten en involuntarios cómplices de su propia destrucción. Después de los ataques con gas tóxico, el aire perdió su inocencia. Y los signos se cubrieron de fango. Todo podría estar latentemente contaminado o intoxicado.
Hasta el siglo XX la política y la guerra moderna tuvieron lugar en torno del Estado-nación, una entidad fija en un territorio extenso con una población relativamente repartida. Existía un campo de batalla, un escenario bélico, un terreno donde los ejércitos podían enfrentarse, para desde allí eventualmente proceder a la conquista territorial, de la cual las ciudades eran el último escenario de lucha. Las guerras mundiales, sobre todo la Segunda, marcaron un quiebre destinado a perdurar: la ciudad pasó a ser blanco de los ataques militares con bombardeos a la población civil. La estrategia militar evidentemente había tomado nota del formidable cambio por el que las poblaciones abandonaron las bastas extensiones para concentrarse en territorios pequeños como las ciudades. Atacar una ciudad sería, a partir de entonces, un hecho político. Para autores como Virilio, pero sobre todo Sloterdijk, aquí nace la lógica del terrorismo moderno y así lo expone en Temblores de aire7.
.- El régimen del sabotaje y la lógica del pánico como argumento central de la política.

http://www.ucm.es/info/nomadas/17/avrocca_sloterdijk3.pdf

Datos personales
- Adolfo Vásquez Rocca
- ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA PH.D.
– Doctor en Filosofía, Universidad Complutense de Madrid.
– Profesor Universitario y Académico Investigador: UNAB – U.COMPLUTENSE MADRID- PUCV Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
– Director de Revista Observaciones Filosóficas
– Investigador Asociado Escuela Matríztica
Académico Investigador en Multiversidad Mundo Real Edgar Morin; Programa de Doctorado Internacional en Pensamiento Complejo dictado por el Centro Mundial de Altos Estudios, Transdisciplina y Ciencias de la Complejidad.